El Amazonas
el Matto Grosso.
Sólo nombrarlos y el aire verde
en suaves brisas llenas de vida
brota por sobre los grandes ríos
de entrañas ricas
y el ondulante follaje fresco
que pinta sombras en la hojarasca.
Brota y envuelve los sembradíos,
las tierras áridas y las ciudades
donde la gente acuna sus sueños
que luego ahoga en las aguas quietas
de un mar metálico
de aguas pesadas y peces muertos.
Pero la selva
dará energía,
soplará aliento en el mortecino
obrero turco, marroquí, hispano
de Berlín o Toledo
para que puedan seguir boqueando
junto a la máquina
que escupe artículos de excelencia
asistida por chips y música ligera.
Por eso
la selva es sagrada
para los poetas, los generales,
los hombres de la bolsa
y los nordestinos hambrientos.
Y nuestras tierras
de entrañas ricas y pobres gentes
abrirán nidos
para la muerte, que ya no cabe
en los castillos y en los museos
de un mundo viejo.
©Gladys Lopreto
el Matto Grosso.
Sólo nombrarlos y el aire verde
en suaves brisas llenas de vida
brota por sobre los grandes ríos
de entrañas ricas
y el ondulante follaje fresco
que pinta sombras en la hojarasca.
Brota y envuelve los sembradíos,
las tierras áridas y las ciudades
donde la gente acuna sus sueños
que luego ahoga en las aguas quietas
de un mar metálico
de aguas pesadas y peces muertos.
Pero la selva
dará energía,
soplará aliento en el mortecino
obrero turco, marroquí, hispano
de Berlín o Toledo
para que puedan seguir boqueando
junto a la máquina
que escupe artículos de excelencia
asistida por chips y música ligera.
Por eso
la selva es sagrada
para los poetas, los generales,
los hombres de la bolsa
y los nordestinos hambrientos.
Y nuestras tierras
de entrañas ricas y pobres gentes
abrirán nidos
para la muerte, que ya no cabe
en los castillos y en los museos
de un mundo viejo.
©Gladys Lopreto
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