7.24.2010

Recuerdo todavía sus rulos rojos
sobre mi piel,
habría sido imposible
restablecer con ella
el pasado venturoso,
sueños perdidos,
en realidad
solo sueños,
minúsculos planteos metafísicos
en dos soledades de sexo,
partículas de amor desperdigadas
entre las sábanas,
ambos nos engañábamos a sabiendas,
ambos sabíamos
que no había futuro,
ambos con una necesidad absoluta de huir.

Dos copas de vino
nos habían dado el valor suficiente
para no despedirnos con un solo beso,
por eso yacíamos aburridos y complejos
en una cama que no era nuestra
en una pasión sin apetito.

Nos dijimos adiós
con una ternura infinita y triste
con el deseo compartido pero inconfesado
de no vernos más.

CÉSAR MARTÍNEZ

1 comentario:

adela dijo...

Me gusta. Una escena de final de amor bien contada