El gesto de ponerme broches de la ropa en mis pezones para sentir dolor. Dolor en
los pezones. Revisitar un lugar de la memoria.
Niños succionadores me los mamaban a toda hora. Sumisa incondicional de dioses
verdaderos. Dolían de verdad mientras sangraban inexpertos en la boca sabia de mi primera niña-Ama.
Templos míos, ahora vacíos y silenciosos, ofrendados a falsos dioses que me exigen, ávidos e insaciables, quejidos de goce.
los pezones. Revisitar un lugar de la memoria.
Niños succionadores me los mamaban a toda hora. Sumisa incondicional de dioses
verdaderos. Dolían de verdad mientras sangraban inexpertos en la boca sabia de mi primera niña-Ama.
Templos míos, ahora vacíos y silenciosos, ofrendados a falsos dioses que me exigen, ávidos e insaciables, quejidos de goce.
2 comentarios:
Adela: relaciono ese preciso 'lugar de la memoria' que evocaste con lo que dice Ivonne Bordelois sobre el origen de la palabra "amor": dentro del grupo indoeuropeo, las lenguas nórdicas y las meridionales exhiben diversas consonantes para nombrar al amor... tanto en el caso de la M de amor de las lenguas romances, meridionales, como en el caso de la L de las lenguas germánicas, septentrionales... las onomatopeyas reproduden los gestos de la boca y de la lengua. Estos gestos, en ambos casos, se refieren, reproducen y apuntan al acercamiento al pezón y el lamer o paladear propios del amamantamiento. El acontecer del amor se centra fundamentalmente, desde el punto de vista del racimo de raíces indoeuropeas, en la relación recíproca de madre y criatura... el lenguaje prefiere denominar amor a esta relación verdaderamente indisoluble.
(de su libro "Etimología de las pasiones", BA 2006
Nostálgico relato k me retrotrajo a en primera instancia a Sacher-Masoch.
—Ya le he dicho a usted y la he repetido que el dolor posee para mí un encanto raro,
y que nada enciende más mi pasión que la tiranía, la crueldad […]
Los golpes llovían, vigorosos, sobre mi espalda y brazos, cortando mis carnes, en
que dejaban una sensación de quemadura; pero el sufrimiento me transportaba porque
provenía de ella, de la adorada, de aquella por quien estaba dispuesto en todo momento a
entregar mi vida.
mis respetos.
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